Capítulo 8. ♥ Dos tontos muy tontos

Enero: viento suave y algo de humedad.

Hacía años que Holly no vestía de etiqueta. Nunca iba con ropa formal a las fiestas y en Navidad vestía unos pitillo con alguna camiseta escotada y unos tacones. Pero hoy quería sorprender a Sam y, quisiera o no, debía vestirse así para ir al Lincoln Paradise. Se recogió el pelo en un moño.

Por alguna extraña razón que Holly no llegaba a comprender, se sentía nerviosa... deseosa por ver a Sam, a aquel chico cuyo pelo tapaba media cara, aquel por el que ella... por el que ella estuvo una vez... Enamorada.

-Oh, Dios mío... ¿qué estoy haciendo? -se miró al espejo.

Estaba realmente hermosa y con un vestido precioso. Y fue entonces cuando se arrepintió por completo de haber aceptado aquella petición, porque se vio a sí misma reflejada en el espejo con un vestido completamente diferente al que en realidad tenía. Era blanco, largo y de palabra de honor. Era un vestido de boda y a su lado había un chico vestido con un esmoquin. No se le veía la cara hasta que se giró.

-Estás preciosa, Holly, estas realmente...

-¡No, por Dios, no! -Holly pegó un brinco en su cama.

Solo se había quedado dormida y Holly estaba hambrienta. La verdad, lo que menos le apetecía ahora era pensar en Sam, ya que acaba de soñar... de tener una pesadilla con él. Holly quería a Ethan, ¿no? Ambos se querían, si no, no estarían juntos, ¿o sí? Demasiadas preguntas nada más levantarse, así que dejó de pensar. Fue a la nevera a por una taza de café que era lo único que necesitaba para no volver a dormirse. Holly abrió todos los cajones tanto de arriba como de abajo y no había señal del café. Decidió que lo mejor era servirse primero la leche y calentarla en el microondas, por lo que fue a la nevera y al abrirla descubrió algo completamente inusual: un sujetador y estaba claro que no era suyo. Holly quería gritar, estallar, hacer una rabieta, pero era demasiado mayor como para hacer estupideces y lo único que hizo fue preguntarse como un sujetador podía haber acabado en la nevera de su habitación. La verdad, no quería saberlo.

 *****

- Mierda, no puedo hacerlo -decía Sam mientras daba vueltas por toda la casa, nervioso.

- Sí puedes -Liam hacía zapping.

- Tengo que cancelarlo.

- No seas maricón, Sam.

Estaba nervioso, no escuchaba nada de lo que decía Liam. Sam miraba al suelo mientras Liam se preguntaba como no podía marearse de tanta vuelta.

- Sam, tío, tú puedes.

- No, joder, no puedo. Soy idiota, ¿cómo se me ocurrió hacerlo?

- Deja que te lo recuerde, que me hace ilusión... Porque la quieres -Liam sonrió como un autentico idiota.

- Pero yo no puedo decirla que la quiero.

- Sí que puedes. Tío, nunca es tarde para decir 'Te quiero'.

- Sí que lo es.

-Querido negado...

-Ni se te ocurra llamarme negado sexual o te parto la boca.

-Solo iba a decir que, por increíble que parezca, yo también estuve enamorado. Pero no le dije 'Te quiero' lo suficiente y por eso no funcionó. Así que, mi querido mejor amigo, sal por esa puerta y tíratela, quiero decir, dila que la quieres -Liam señaló la puerta y después le ofreció la gabardina a Sam-. Vamos, yo confió en ti, hermano.

Sam fue hacia Liam y este se asustó hasta que vio que su amigo abría los brazos para darle un abrazo. Sam le dio un beso en la frente a Liam y este se limpió rápidamente después de insultarte, obviamente, llamándole 'maricón'.

-¿Qué tienes en contra de los gays, Liam? Gracias, brother, eres increíble, ¿que haría yo sin ti?

-Limpiar -y ambos se echaron a reír, después Sam salió por la puerta, casi tan decidido como la primera vez que se puso a bailar en una Discoteca.